- Plantearse metas alcanzables y con sentido, pequeños logros que sean posibles conseguir. A medida que se obtienen, se refuerza la confianza en uno mismo, la felicidad, y se pueden fijar objetivos superiores. No importa que se vaya poco a poco, sino superarse cada vez más.
- Abrirse al exterior. El optimista tiene más relaciones con los demás, habla con amigos. Por el contrario, la persona pesimista se vuelve más retraída y ve las cosas de forma más negativa. Las actividades con los demás retroalimentan.
- No estar centrado en uno mismo y pensar en situaciones externas: ver que todo el mundo no está parado, sino que hay quien encuentra trabajo, y buscar modelos que sean afines a lo que uno quiere.
- Aceptar la propia realidad, sin fustigarse con frases negativas, sin decirse que es imposible conseguir algo. Aceptar que, a pesar de que la realidad sea dura, no significa que no puedan conseguirse objetivos dentro de esta situación. Así, en la actualidad, no se puede aspirar a empleos tan bien remunerados como los previos a la crisis, pero aún hay puestos de trabajo.
- Ser valiente y atreverse a hacer algo, aunque dé miedo. Un caso típico es el de quien habla mal los idiomas extranjeros porque le da vergüenza, no se atreve a hablar en público o tiene miedo de trabajar en determinados puestos.
- Educar la capacidad de gozo por los pequeños placeres de la vida e intentar ser un gourmet de la vida.
viernes, 10 de mayo de 2013
Seis reglas de oro para ser optimista
El optimismo es una fortaleza a la que algunos tienden más por naturaleza. Pero todos, hasta los más pesimistas, pueden entrenarla. Según José Elías Fernández, estos son algunos trucos para desarrollar esta actitud:
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