Una de las cuestiones que se han convertido en un elemento recurrente en la carrera por triunfar en redes sociales es la de preguntarse cómo se medirá si se está triunfando (o no) en ese escenario con la propuesta corporativa. Obviamente, todas las cuentas de marcas y empresas buscan triunfar, buscan hacer las cosas lo suficientemente bien como para conectar con los consumidores y lograr unos buenísimos resultados. Pero los responsables de estas cuentas se atascan cuando lo que hay que medir es esos buenísimos resultados. ¿Qué es lo que hace que unos hayan triunfado y que otros no lo hayan hecho? Es decir, ¿cuáles son los elementos que hay que leer para estimar si se están haciendo bien las cosas?
La tentación es la de emplear lo que parece más evidente, aunque el paso del tiempo y el trabajo de los analistas han acabado demostrando que esa es una opción errónea. Si tradicionalmente se ha medido el éxito de los elementos online echando mano de los números (al final, el éxito de una web se medía, por ejemplo, viendo las cifras de audiencias que esta conseguía), ¿no se debería hacer lo mismo en las redes sociales? Así, en cierto modo, se instauró la idea de que lo marcaba el éxito o el fracaso de un perfil en cualquiera de las redes sociales era el total de seguidores que tenía. Empezó así una carrera para tener muchos seguidores en Twitter o muchos fans en Facebook.
Lo cierto es que este planteamiento no es del todo acertado, por mucho que los directivos de muchas firmas estén obsesionados con acumular fans y más fans y con llegar a cifras millonarias. El quiero un millón de seguidores es el sueño recurrente tras muchas peticiones que llegan a los equipos responsables de las redes sociales.
Tener muchos seguidores no es malo en absoluto, a menos, claro está, de que en esa carrera por acumular seguidores y más seguidores se hayan acumulado simplemente cuentas y más cuentas y se haya creado una audiencia irregular. Las acciones para lograr más seguidores funcionan muchas veces de forma brutal, haciendo que aparezcan más y más seguidores y se logren muchos más números, pero no con ello asegurándose de que van a conseguir los seguidores que realmente importan e interesan (por ejemplo, una 'aburrida' empresa B2B puede hacer un sorteo goloso para conseguir fans y llenar con ello la página de la marca de adolescentes seguidores que no reportarán ningún bien en el futuro a la marca).
Lo importante no son los números
Lo importante no es tanto el número de fans o seguidores sino más bien lo que estos hagan. Los responsables de redes sociales y, sobre todo, sus jefes tienen que empezar a comprender que un millón de fans vale de poco si esos fans no responden, no comparten, no, en definitiva, dan síntomas de engagement.
Y ahí se podía entrar en otra dimensión, ya que algunos analistas empiezan a apuntar ya que para medir el éxito en redes sociales tampoco hay que pasar de contar unas cosas a contar otras. Es decir, dado que un número se ha demostrado que no era realmente efectivo, las empresas pueden caer en la tentación de pensar que otro número sobre otra cuestión diferente sí lo es. Se podría pasar de contar el número de fans totales a contar, por ejemplo, el número de me gusta que consigue cada actualización en Facebook o de retuits en Twitter. Como apunta un experto a BizReport, solo los likes no funcionan para comprender si está triunfando y si se está consiguiendo una respuesta entre la audiencia, si se está generando engagement.
Las marcas tienen que ir más allá de lo que están viendo, de los números, y completar esa información con lo que los consumidores acaban haciendo tras dar ese me gusta. Es decir, para comprender si se está triunfando en redes sociales hay que tener una suerte de visión holística de todo lo que estas implican y todo lo que estas consiguen.
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