“Nunca sabe el hombre de lo que es capaz hasta que lo intenta”- Charles Dickens
El juego y el deporte exigen mucho a la hora de alcanzar metas. Piden esfuerzo y entrenamiento. Diríamos que la persona adquiere un espíritu deportivo ante la vida para darle mayor calidad personal. En este sentido lo más parecido a la vida es el deporte. En ambos buscamos resultados, pero no siempre supone triunfar sobre el otro.
En el juego basta con competir bien, aunque no se gane. En la vida, hay que luchar por unos ideales, aunque no siempre se consiguen cabalmente. Pero el deporte le brinda a la vida algo muy valioso: la deportividad, optimismo y el buen humor. Eso es un logro.
El logro es muy importante para el hacer humano, para el trabajo y para el obrar de la persona. Todos buscamos como logro los buenos resultados. En cuanto los obtenemos, pensamos que nuestro hacer, nuestro trabajo o nuestro obrar han valido la pena. Muchas veces a esos resultados los llamamos éxito, y a su falta le decimos fracaso, aunque no siempre lo sea.
Ferreiro y Alcázar han explicado muy acertadamente cómo lo opuesto al éxito como logro económico y profesional es el fracaso. Y lo opuesto a la plenitud (a la aspiración por lo mejor, a la felicidad, a la madurez, al logro) no es el fracaso, sino el vacío. Una vida vacía es una vida no lograda.
Lo ideal es que el logro como plenitud vaya acompañado del éxito en su sentido profesional y económico. Pero es compatible con un cierto fracaso que, incluso, le sirve a la persona como experiencia para darse cuenta de que el logro no estriba sólo en el éxito profesional o económico. Hay aspectos que van más allá, relacionados con la trascendencia respecto a los demás o a la sociedad: el servicio, la solidaridad, el patriotismo.
En el logro convergen la eficacia y la eficiencia de todas sus tareas. Está claro que sin resultados no puede comprobarse el acierto de los esfuerzos por llegar a SER. Esos resultados pueden tener muchos nombres: rendimiento en el trabajo, calidad de los servicios y productos, valores vividos, satisfacción personal, calidad de vida, etc. Lo que no quiere decir que se tengan que dar todos al mismo tiempo o sucesivamente. El logro también puede ser visto en términos de proyecto de vida, es decir, de cómo se van cumpliendo los objetivos y metas que cada uno se ha fijado en lo humano, en lo físico y de salud, en lo económico, en lo intelectual y espiritual, en la dimensión social o en el aspecto religioso. Habrá campos en los que se podrán establecer unos indicadores en alguna medida más objetivos. En la valoración definitiva de ese logro, tendrá importancia lo que observen las personas que tienen un conocimiento directo de uno y poseen elementos de juicio apropiados.
Hay tres características relacionadas con el logro: visión, proactividad y madurez. Respecto a la visión, recordemos a Senge: “No importa lo que la visión es sino lo que la visión logra”. Personal o corporativamente se puede tener muy bien definida la visión, pero eso no basta. Hay que hacer que sea realidad, hay que trabajar por los planes, objetivos y metas hasta ver los frutos del esfuerzo continuado. La proactividad es mirar hacia el futuro, tratando de anticiparse responsablemente, o sea, generando respuestas que introducen cambios en los planes y proyectos de modo que cuando se presenten sea más fácil implementar la solución.
Madurez“La madurez consiste en conocer, asumir y recorrer la distancia que separa el ideal de su realización” (R. Yepes). Veamos la estrecha relación que hay entre el ser persona, el proyecto de vida, la aspiración a la plenitud y el logro, con la madurez humana, que implica, entre otras cosas:
- Saber juzgarse a sí mismo y a los demás, con realismo, serenidad y cordura, teniendo muy en cuenta las circunstancias propias y ajenas.
- Capacidad de querer y de actuar con libertad, responsabilidad y coherencia.
- Tener un carácter equilibrado en sus manifestaciones interiores y exteriores (evitar las ondulaciones de un extremo a otro).
- Reflexión y control sobre los propios actos.
- Integración en la vida social sin presunción ni vanidad, con ánimo de servir.
- Capacidad de evaluación de sí y de los otros, donde juega un papel clave la humildad, que es la verdad de uno mismo.