Realizar actividades que nos proporcionan placer y propósito (o finalidad) puede hacer que aumente nuestra felicidad. De hecho, tanto el propósito como el placer se han postulado como dos ingredientes fundamentales de la felicidad.
Pero antes de nada, debemos dar respuesta a una pregunta importante: ¿qué es la felicidad? Sentirse feliz depende en gran medida de aquello que hacemos y pensamos. No se puede ser feliz sin sentir placer en aquello que realizamos. Tampoco se puede ser feliz pensando en términos negativos.
¿Qué es la felicidad?
Cuando uno es feliz, la vida le va bien. Pero ¿qué es exactamente la felicidad? Esto es importante porque las diferentes maneras que tenemos de definir la felicidad, afectan a lo que podemos hacer por mejorarla. El profesor Paul Dolan cree tener la respuesta a esta pregunta.
Paul Dolan es internacionalmente conocido como experto en felicidad, comportamiento y políticas públicas. Es profesor de ciencia conductual en la London School of Economics and Political Science y ha sido investigador invitado en la Universidad de Princeton en el equipo del profesor Daniel Kahneman.
Según este autor, la felicidad es el conjunto de experiencias de placer y propósito a lo largo del tiempo. La vida te va bien cuando te sientes feliz. Según el filósofo Jeremy Bentham, el placer es lo único bueno, y el dolor, lo único malo. Sin embargo, algunos especialistas prefieren términos como “disfrute” y “sufrimiento”.
En términos generales, cada uno de nosotros puede ser clasificado según la preponderancia de distintas clases de sensaciones. Las personas felices tienen más sensaciones positivas que negativas. Utilizando el lenguaje de Bentham, por lo general sienten placer y no mucho dolor.
Así pues, cuanto más frecuentes e intensas sean tus diversas sensaciones de placer, más feliz serás. Sin embargo, existen otras sensaciones que son importantes aparte de las categorías de placer y dolor: el propósito y la falta de sentido.
El principio del placer y propósito
Placer y propósito los podemos entender como abreviaturas para una amplia gama de sensaciones positivas y negativas. Estas sensaciones serían las de plenitud, significado y utilidad, por un lado, y aburrimiento y futilidad, por otro lado.
Si pensamos en el trabajo o en los estudios, nos daremos cuenta de que estas actividades dan algunas veces la sensación de tener mucho sentido o propósito. Otras veces, no. Pues bien, estas sensaciones buenas y malas importan tanto como las de placer y dolor.
Escribir un libro es un magnífico ejemplo de hacer algo que parece tener sentido, un propósito. Tomar una cerveza con los amigos transmite una sensación de placer. Son sensaciones diferentes pero que nos proporcionan felicidad.
Así pues, para ser feliz de verdad, se debe sentir tanto placer como propósito. Se puede ser tan feliz o desdichado como otros pero con muy diversas combinaciones de propósito y placer. La cuestión es que se han de sentir los dos: placer y propósito. A esto es a lo que denomina Paul Dolan el principio del placer y propósito.
Las emociones negativas pueden ser positivas
Este principio explica la motivación humana para buscar placer y propósito-finalidad, y evitar el dolor y la falta de sentido. Pero también ayuda a explicar por qué ciertas emociones generalmente negativas pueden a veces ser positivas si tienen un objetivo.
El enfado, por ejemplo, tiene la función de frenar el egoísmo y estimular la conducta cooperativa. Por tanto, no queremos experimentar siempre buenos sentimientos. La vida puede ser cruel, lo mismo que la gente, de manera que a veces necesitas enfadarte. Pero también nos enfadamos sin necesidad, naturalmente. Por ejemplo, cuando nos estresan los pequeños fastidios.
La felicidad perdida no puede recuperarse
Un día tras otro, un momento tras otro, tienes sentimientos de placer, finalidad, dolor y falta de sentido. Eres más feliz cuando experimentas una mayor proporción de sentimientos positivos, y cuando los experimentas durante más tiempo.
Así pues, la felicidad tiene que ver, en última instancia, con el principio del placer y propósito a lo largo del tiempo. El tiempo es un recurso escaso, eso es así. Curiosamente, son pocos los investigadores que se plantean la felicidad en función del uso del tiempo.
A la larga, hemos de intentar utilizar las horas y los minutos de tal modo que obtengamos placer y propósito globales en grado máximo durante el mayor tiempo posible. Igual que no podemos recuperar el tiempo perdido, tampoco la felicidad perdida se puede recuperar.
Permanecer en un empleo aburrido o mantener una relación fastidiosa prolonga sin más el malestar y es improbable que cualquier felicidad futura compense del todo esta pérdida. La felicidad perdida se ha perdido para siempre.
La razón fundamental por la que la mayoría no somos tan felices como podríamos es que nuestra forma de asignar nuestra atención suele estar reñida con la idea de experimentar todo el placer y el propósito posibles. Es comprensible que no seamos tan felices como podríamos si permitimos al yo evaluador atender a deseos equivocados sobre lo que debería motivarnos y hacernos felices.
Así que, ya lo sabes. Si deseas ser más feliz deberás realizar actividades que te proporcionen placer y propósito en la vida. Pero no olvides que es importante que estas actividades sean prolongadas en el tiempo. Así podrás maximizar tu felicidad.
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