¿Has pensado alguna vez cuánto del esfuerzo de hoy va destinado a cosas que dejaste ayer? Y no sólo es tiempo, sino algo más importante: Energía y Atención. Muchas veces el día empieza mal y luego se tuerce por tener que pagar la “hipoteca de ayer”.
— Ayer me quedaron por hacer tres cosas. No me dio tiempo.
— ¿Y cuándo vas a hacerlas?
— Pues lógicamente hoy, lo primero, en cuanto llegue. Tengo que quitármelo de encima cuanto antes para seguir con las cosas de hoy.
— Ayer me quedaron por hacer tres cosas. No me dio tiempo.
— ¿Y cuándo vas a hacerlas?
— Pues lógicamente hoy, lo primero, en cuanto llegue. Tengo que quitármelo de encima cuanto antes para seguir con las cosas de hoy.
¿Cómo dices? ¿Por qué asumes que lo de ayer tiene que hacerse obligatoriamente a primera hora hoy?
Salvo que inexcusablemente tengas que entregar esas tres cosas a cierta hora de hoy (digamos las 10:00), ¿por qué vas a hacerlas antes que otras cosas de hoy seguramente de más peso?
No asumas, analiza y decide
Analiza las tareas antes de hacerlas. Tal vez sí tengas que hacerlas en primer lugar, porque incluso ya vayas con retraso. Pero es muy posible que no. Porque habrá tareas clave de hoy en las que tengas que volcarte a primera hora, y poner lo mejor de ti en ellas.
No des por sentado nada. Sobre todo las cosas que llevas haciendo desde siempre.
La hipoteca de ayer aparece cuando asumes que por narices lo de ayer debe ser lo primero hoy. Porque es muy probable que sean tareas menores o incluso pequeñas que puedes hacer a lo largo de la mañana. Salvo (lo recalco) que tengan una hora de entrega ya, muévelas por ejemplo al final de la mañana u otro momento que tú veas. Pon antes cosas de más peso que seguro habías planificado para hoy.
De lo contrario, la energía y atención de primerísima hora de la mañana (que es más potente y de más calidad) irá destinada a cosa de ayer (menores) que bien podrían esperar unas pocas horas.
A muchos no les llega el tiempo porque por la mañana tienen que pagar la hipoteca de ayer. Y eso se repite casi todos los días.
¿Qué ha causado el desajuste?
Y otra pregunta importantísima: ¿por qué no pudiste ayer hacer lo que pretendías? ¿Ha sido por falta de “tiempo”? ¿Por una planificación poco realista? ¿Acaso tuviste muchos imprevistos? ¿Te relajaste en exceso? ¿Te dejaste llevar por distracciones tuyas? ¿Hubo alguna otra causa?
Si no paras unos instantes a identificar la causa, ¿cómo vas a evitarlo el próximo día? El trabajo inteligente requiere, en primer lugar, pensar, analizar, encontrar, decidir, cambiar. No hay que irse al bosque a meditar ni encender incienso hombre, basta con pensar un pelín y no correr como pollo sin cabeza.
¿Te afecta esa “hipoteca”? ¿Cuánto?
Hoy es viernes. Es fácil echar la vista atrás a la semana que ya termina. De todos estos cinco días, ¿en cuántos has tenido que hacer cosas del día anterior o de la semana pasada?
A mí esta semana me ha pasado en dos días distintos, y de ahí que haya escrito este artículo. Las causas que yo he encontrado han sido estas:
- Un día me pasé de optimista planificando y puse demasiadas tareas para la tarde. No me percaté que tenía un compromiso familiar. Así que tres cosas quedaron para el día siguiente.
- Otro día me lié en exceso con una tarea elefante que se alargó. En lugar de intentar hacerla de una sola vez, tenía que haberla dividido en dos o tres días.
¿Volveré a cometer esos errores? Tal vez. Pero justo por haberlos identificado tengo menos posibilidades de hacerlo. Lo que tengo claro es que, si quiero trabajar bien y traducir esfuerzo en resultados, no puedo andar por la vida pagando la hipoteca de ayer.
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